Comenzó Mario Vargas Llosa con la frase: “Espero no parecer demasiado inelegante…”.
Ya con ese comienzo piensas ‘a ver que se viene’. Y se vino, se vino. Definió a aquel México como la dictadura perfecta, argumentando que aquel México era una “dictadura camuflada, no solo por la permanencia de un hombre pero sí de un partido que entonces, el PRI, era inamovible”.
Independientemente del lugar, del momento, del contexto, es cierto que Vargas Llosa introdujo un concepto que merece ser reflexionado. Se refería a los nombramientos de cargos públicos o al reclutamiento del medio intelectual “sobornándole de manera muy sutil” e incluso afirmó que “es una dictadura sui géneris, que muchos otros en América Latina han tratado de emular”.
Argumento sencillo a la par que poderoso, y es que una dictadura no se define solo si hay o no elecciones, porque muchos gobiernos hacen elecciones, y tampoco podemos definirla tampoco por la represión, ni las violaciones de derechos humanos, a fin de cuentas podemos encontrar gobiernos democráticos que pueden llegar a reprimir o violar derechos humanos.
De una forma sencilla podemos definir una dictadura como el sistema en el que quien está en el poder, se queda en él. Y cuando estas dictaduras se camuflan bajo el aura de instituciones democráticas, entonces afirmaríamos que llegan a la perfección.
Adam Przeworski resumió la definición de democracia en su libro “La democracia y el mercado” de la siguiente forma: ‘La democracia es un sistema en el que los partidos pierden elecciones’. Esta definición tan sencilla como, a lo mejor, excesivamente resumida, incorpora la permanencia en el poder del partido del gobierno como medida de democratización, atendiendo a la necesidad de alternancia de partidos como condición para considerar un país como demócrata.
Igual esta definición se queda corta e inexacta y debiera incorporar algún elemento más para definir Democracia pero, de todas formas, la toma en posesión de las instituciones de un país, que deberían ser independientes, junto con la presencia continua bien de una misma persona, bien de un mismo partido político, invita a pensar en una salud pobre de la democracia.
Me encanta leer lo que escribes …lo haces con gran criterio.
Saludos